Por Daniel Arias-Aranda
Acudir a una entrevista de trabajo produce un huracán de emociones opuestas que te atrapa como una araña envuelve a la mosca adherida a su tela. Por un lado, te invade la excitación de saber que se han interesado en ti y que estás a las puertas de un puesto laboral. Pero, por otro lado, también te invade el miedo a no saber qué responder y a si estarás a la altura que la empresa espera de ti.
La situación habitual suele retratarse como un entrevistador que, en posición de superioridad, hace las preguntas y un entrevistado dispuesto a responder a todo bajo una cierta actitud de sometimiento. Una entrevista fallida se considera un fracaso o una pérdida de tiempo para ambas partes, de manera que si soy el elegido es que he hecho una buena entrevista y si no, es que no ha servido de nada.
Por un lado, te invade la excitación de saber que se han interesado en ti y que estás a las puertas de un puesto laboral. Por otro lado, te invade el miedo a no saber qué responder y a si estarás a la altura que la empresa espera de ti.
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Sin embargo, no se suele considerar que esta situación pueda ser de utilidad, o que, de hecho, se convierta en una oportunidad, aunque no se consiga finalmente el puesto de trabajo.
A este respecto, la entrevista se ve como un obstáculo más hacia la meta de conseguir el empleo. Por ello, los “expertos” en contarnos cómo tenemos que comportarnos en una entrevista tienden a dar “recetas” de cómo responder o cómo colocarnos ante un entrevistador, pero siempre desde esa perspectiva, de lograr pasar la prueba como el que aprueba un examen.
Pero podemos darle un giro a la situación considerando que el entrevistado tiene delante a un experto en recursos humanos y el entrevistador a un individuo con potencial. Ciertamente, nos encontraremos en algunas entrevistas a personas que no deberían estar ahí bien por su incompetencia o por mantener una actitud no profesional. En esos casos lo mejor es preguntarse si uno quiere trabajar en una empresa donde la política de personal está en ese tipo de manos. De todos modos, son una minoría y ya sabes que quien no sirve de ejemplo, sirve de contraejemplo.
Sin embargo, no se suele considerar que esta situación pueda ser de utilidad y que, de hecho, se convierta en una oportunidad, aunque no se consiga finalmente el puesto de trabajo.
Lo que sí está en nuestras manos es asumir, como candidatos, una actitud proactiva para sacar provecho de la situación independientemente de cual sea la decisión final respecto a tu candidatura. Eso sí, no olvidemos que las entrevistas hay que prepararlas. Tener ciertos conocimientos de la empresa a la que te postulas causa una sensación de interés a priori que irá a tu favor.
Tras las preguntas del responsable de recursos humanos, que has de saber que están dirigidas a conocer mejor tu personalidad y no tanto tus aptitudes, el entrevistador te dará la oportunidad de expresar tus dudas. Y aunque no lo haga, ese es tu momento y no debes desaprovecharlo. Es una oportunidad de oro para coger las riendas de la entrevista y sacarle todo el jugo. No digas que no tienes preguntas y salgas por la puerta cual cabra a la que le abren el corral. Es la hora de mostrar quien eres realmente. Por ello, te señalo algunas cuestiones que puedes plantear y de las que puedes sacar partido:
Pon de manifiesto que estás en un proceso de mejora y crecimiento personal y profesional y pregunta a al entrevistador si desde su perspectiva como experto hay áreas de tu personalidad o conocimiento en las que podrías incidir para aumentar tu potencial en el sector. Pide consejo y sé totalmente sincero manifestando que te será de gran utilidad en tu proceso de mejora seas seleccionado o no (y que se note, nada de ojos de cordero degollado ni actitud de autocompasión).
Dile que te gustaría mejorar en aquellas competencias o habilidades específicas que requiere la empresa y que cómo cree él (o ella) que se pueden optimizar para impulsar tu carrera profesional.
Pregunta hasta qué punto la iniciativa personal se valora en la empresa sin incurrir en situaciones que puedan dar lugar a incomodidades, puesto que cualidades como la honestidad y fidelidad son la base de cualquier relación interpersonal, pero también lo son el respeto a los valores establecidos.
Muestra curiosidad en si el entrevistador/a cree que tus logros, tu experiencia previa y los conocimientos adquiridos pueden ser una fuente de ventaja competitiva en el sector o si hay factores adicionales a considerar que puedas haber dejado escapar.
Pregúntale si cree que alguien con tu perfil de personalidad podría ser una persona con la que los demás se sientan cómodos trabajando y, si no es así, en qué puedes mejorar.
Agradece, agradece, agradece.
No digas que no tienes preguntas y salgas por la puerta. Es la hora de mostrar quien eres realmente.
Todas las cuestiones anteriores apuntan a dos objetivos. El primero es mostrarte interesado no sólo por el puesto sino por tu crecimiento personal y mejora continua. El segundo es crear rapport con el entrevistador que pasa a ser un consejero experto que puede darte grandes consejos en ese campo.
Además, está el factor sorpresa. Estás mostrando un actitud proactiva ante ti mismo, aumentando el valor del producto, en este caso tú, y estás situando a tu entrevistador (persona clave para que te seleccionen o no) en el papel de tu mentor. El valor añadido que conseguirás (gratis) son sus consejos, su visión de ti y de las áreas de mejora. Deja a tu ego en casa, muéstrate abierto y piensa que hay personas que pagan miles de euros a coaches para que les den consejos que pueden tener una valor inferior a lo que te puede aportar un buen director de RRHH.
Estás mostrando un actitud proactiva ante ti mismo, aumentando el valor del producto, en este caso tú, y estás situando a tu entrevistador (persona clave para que te seleccionen o no) en el papel de tu mentor.
Ponte en su lugar. Imagina que tienes delante a una persona que te pide consejo para ser más productiva en tu empresa en lugar de un individuo desesperado que contestará lo que sea para conseguir un puesto. Este es el proceso que sigue el perfil más buscado: «el solucionador de problemas», esto es, una persona que recopila información y la procesa antes de llegar a un modo de actuar; puesto que alguien que quiere mejorar tu negocio ha de querer mejorarse a sí mismo también.
En definitiva, si lo aprovechas bien, es un infierno plagado de oportunidades.