Por Felipe Vega, fundador y director de CECANI Latinoamérica, empresa de capacitación para asociaciones civiles y otras figuras no lucrativas.
Más de un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo se desperdician, según las Naciones Unidas. En los países industrializados, los minoristas y los consumidores tiran 300 millones de toneladas métricas de alimentos al año, suficientes para alimentar a los aproximadamente 900 millones de personas que pasan hambre.
Asimismo, la huella de carbono del desperdicio de alimentos es comparable a la de todo el transporte por carretera.
La ONU, Estados Unidos y la Unión Europea tienen el objetivo de reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para 2030. Para cumplir este objetivo la sociedad civil organizada realiza campañas de servicio público o educativas para alentar a las personas a desperdiciar menos alimentos.
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Gran parte de la orientación está dirigida a los consumidores. Se aconseja a las personas que planifiquen las comidas, coman los alimentos que ya están en sus refrigeradores antes de comprar más y composten los restos de comida. Una nueva tendencia es centrarse menos en el asesoramiento al consumidor y más en la planificación urbana. Se asume que muchas ciudades podrían reducir significativamente el desperdicio de alimentos al aumentar la densidad de las tiendas de comestibles.
Se parte de la hipótesis de que cuando las tiendas están más cerca unas de otras, también están más cerca y son más accesibles para los compradores. Esto significa que las personas van de compras con más frecuencia y compran menos en cada visita.
Los niveles de inventario más pequeños implican menos desperdicio de alimentos, ya que es menos probable que el inventario caduque antes de que se consuma.
Pero también debe considerarse que una mayor densidad de tiendas también conduce a un mayor desperdicio de alimentos al por menor. La demanda también es más irregular y variable, ya que los compradores que se abastecen regresan a las tiendas de manera más predecible respecto a los compradores con menos en sus canastas. El resultado final: las tiendas terminan con el inventario sobrante, que se convierte en desperdicio.
En suma: la densidad reduce el desperdicio solo hasta cierto punto. Cuando las tiendas alcanzan un umbral de densidad, hay más desperdicio de alimentos. La densidad óptima de tiendas sería de 495 tiendas por cada 10 kilómetros cuadrados, Agregar significativamente más tiendas aquí podría incluso conducir a un aumento en el desperdicio.
En planeación urbana, las tiendas representan un factor interesante a evaluar al incidir notablemente con el desperdicio de alimentos.
Otro eje en el que se concentran los esfuerzos de las asociaciones civiles tiene que ver con programas de planeación nutricional y finanzas personales para inducir a compras más racionalizadas de alimentos. Otra vertiente es considerar extender productos para familias unipersonales, dado que hasta una cuarta para del desperdicio en alimentos procede de empaques estandarizados de alimentos que a veces son muy grandes para familias de una o dos personas.
En suma: la sociedad civil está atenta a las tendencias en problemas globales a los que no puede sustraerse la industria retail.